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Docentes Emocionalmente Competentes

Este papel de trabajo pretende exponer algunas reflexiones en torno a las competencias emocionales que presentan los docentes venezolanos con experiencias de

exitosas. Tales experiencias están centradas fundamentalmente en el trabajo de campo realizado por los magníficos profesionales con los que tengo el privilegio de compartir le día a día y por mi- dentro del modelo sistémico de atención a niños y adolescentes. De igual forma estas buenas prácticas coinciden con lo reportado en la bibliografía consultada


La escuela ha sido tradicionalmente un espacio para aprender, las nuevas tendencias han apuntado a transformarla para aprender a pensar. Si bien este paso es importante aún no es suficiente, es necesario concebir a la escuela como el lugar para aprender a vivir. El énfasis en estas dos dimensiones, complementarias entre sí, constituye un desafío de la educación actual.

Debemos estar conscientes que los educadores se encuentran dentro de su ejercicio profesional exigidos emocionalmente, inmersos en un contexto educativo marcado por tal demanda (Martínez, Grau & Salanova, 2002 en Extremera, Durán y Rey, 2010). A ello se les une otros aspectos de la vida personal que pueden conllevar nuevas tensiones emocionales y que en ocasiones inciden en su labor, como es el caso de las relaciones en su núcleo familiar o la necesidad en la mayoría de los docentes venezolanos de contar con al menos dos empleos que le garanticen la subsistencia del grupo familiar, por mencionar algunas. Son todas estas condiciones las que nos obligan a poner nuestra atención en el maestro, si queremos apuntar hacia un modelo educativo capaz de integrar el conocimiento y las emociones.


"Es impresionante la relación que existe entre el éxito formativo de un chico y un educador con suficientes competencias emocionales".


Con esto no estamos desconociendo otras variables que intervienen en el proceso de aprendizaje de cualquier niño o adolescente, lo que queremos es enfatizar la importancia del rol del educador emocionalmente inteligente en el progreso de sus estudiantes. Desde esta perspectiva todo programa de educación emocional debe incluir y dar prioridad al maestro (Collell, 2003, Viloria, 2005).


De hecho, el trabajo en competencias emocionales, ha tomado tanta relevancia hoy en día, más allá del ámbito escolar, que las organizaciones están dirigiendo su mirada hacia disciplinas donde se resaltan aspectos tales como las destrezas en inteligencia emocional, el rediseño de conductas capaces de expandir el poder de acción, la disolución de conflictos o los estados emotivos limitantes y la evaluación de las creencias personales (Boul, s/f).


Ahora bien, dediquémonos a caracterizar al docente con competencias emocionales, de forma tal que sirvan de guía para su práctica profesional.

1. Es capaz de reconocer sus emociones y comprender que las provoca. Considere las emociones como una condición propia e inevitable de los seres humanos. En este punto la idea no es desconocerlas o negarlas sino evitar estar bajo su dominio.

2. Es activo, no reactivo. Esta característica depende de la anterior e implica que se asume regular nuestras acciones de forma voluntaria (intencionalidad), independientemente que las conductas del otro sean negativas. Al mismo tiempo, está relacionada con el control de los impulsos y la inhibición de respuesta (Barkley, 2000).

3. Reconoce las necesidades de otros a la vez que honra las propias. Esta condición es necesaria para mantener una buena autoestima.

4. Trabaja en equipo. Esta dispuesto a intercambiar información con otros, recibir y dar sugerencias asociadas con su quehacer diario entendidas como intercambio para el crecimiento.

5. Es flexible, capaz de redefinir el contexto y se adentra en nuevos retos.

6. Presenta altos niveles de motivación, necesario para alcanzar meta.

7. Es empático, reconoce el estado emocional del otro y se comporta en consecuencia de forma ajustada.

8. Transmite calidez afectiva y cercanía emocional, sin perder de vista las pautas de disciplina.

9. Atiende los conflictos y procura generar soluciones, dentro y fuera del salón de clases.

10. Es capaz de reconocer las diferencias individuales y actuar en consecuencia. Entiende que lo justo es lo que cada uno de sus estudiantes necesita.

11. Mira a su interlocutor a los ojos, sea un niño o un adulto. En su conversación es capaz de recapitular y resumir lo que el niño o adolescente le dice.

12. Es capaz de prestar atención y reforzar conductas positivas, de sus estudiantes tanto en privado como en público. Valora las mejoras de sus estudiantes.

13. Es creativo en su día a día, apuesta por la innovación y la introducción de nuevas estrategias de aprendizaje.

14. Es resiliente, transforma las dificultades en oportunidades para el crecimiento.

Numerosos autores relacionan que las emociones afectan el cómo y cuánto aprendemos (Teruel Melero, 2000), dan cuenta del impacto que tienen las habilidades emocionales y sociales en la convivencia escolar y disminuyen el bullyng (Collell, 2003), facilitan los procesos de integración e inclusión escolar de personas con alguna condición (trastorno por déficit de atención e hiperactividad, autismo, dificultades en el aprendizaje, entre otras), eevitan la aparición del síndrome de estar quemado o síndrome de burnout del docente (Extremera, Durán y Rey, 2010; Pena Garrido y Extremera Pacheco, 2012) y quizás, la que resume todo lo anterior, el desarrollo de la personalidad integral y la convicción de educar para la vida.

Definitivamente, convertirse en docentes emocionalmente inteligentes constituye un reto (Buitron y Navarrete, 2008). En resumen, un modelo educativo integral debe incluir el desarrollo de los aspectos emocionales y relacionales de los diferentes actores de la comunidad educativa, destacamos la trascendencia que tiene en el docente, como guía del proceso educativo.

Luego de leer este artículo, queremos compartir unas preguntas que esperamos ayuden a pensar en sus propias competencias emocionales:

¿Con qué recursos emocionales cuenta usted?  ¿Considera que es una fuente de apoyo emocional para sus alumnos?  ¿Practica la escucha empática?  ¿Es capaz de detectar aquellos alumnos que están pasando por situaciones difíciles o traumáticas?  ¿Sabe qué hacer para sentirse bien?  ¿Considera que como docente tiene suficiente información y apoyo emocional?  ¿Cree que su escuela es “emocionalmente inteligente”

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